domingo, 10 de enero de 2016

Globalización

El fracaso del capitalismo para proporcionar desarrollo no se debe a una falta de dinamismo: en la realidad, lo opuesto es la verdad. Al intensificar el desarrollo y la aplicación de nueva producción y relacionamiento de intercambio dentro y entre países, este dinamismo provoca rápidas alteraciones en las fortunas económicas de los países, creando un grupo de "vencedores" constantemente en mutación (y retroceso) y un (cada vez mayor) grupo de "perdededores", disfrazando la conexión entre los dos. Incluso el Extremo Oriente ha estado sujeto a las inestabilidades de la dinámica capitalista, tal como lo demuestra la crisis asiática de 1997-98 que desvastó antiguos "actores estrellas" como Corea del Sur, Indonesia, Tailandia y Malasia. Después de distanciarse rápidamente de esos países (y de sus anteriores halagos a su crecimiento), la mayor parte de los neoliberales pasó a abrazar ansiosamente al nuevo campeón: la China.

La inversión extranjera, en verdad, transformó a China en una plataforma exportadora en crecimiento rápido, con alguna capacidad de producción interna significativa. Al mismo tiempo, muchas de las limitaciones de esta estrategia de crecimiento son visibles en China. Ejemplo: la actividad de exportación dominada por lo extranjero, poco hace para apoyar el desarrollo de la producción nacionalmente integrada o de las redes de oferta tecnológica. Además, como el Estado Chino continúa perdiendo su capacidad de planificación y su capacidad de dirección, y los recursos del país son cada vez más incorporados en redes extranjeras con la finalidad de satisfacer el mercado externo, el potencial de desarrollo autónomo del país está siendo perdido.

El crecimiento de China enriqueció a un grupo relativamente pequeño, aunque númericamente significativo, de chinos con ingresos elevados, los cuales disfrutan de oportunidades de consumo amplio. Sin embargo, estas ganancias fueron en gran parte sustentadas por la explotación de la gran mayoría del pueblo trabajador de China. Ejemplo: como consecuencia de las políticas liberales, las empresas del Estado despidieron a 30 millones de trabajadores a lo largo del período entre 1998-2004. Con las tasas de desempleo en dos dígitos, pocos de estos antiguos trabajadores del Estado fueron capaces de encontrar otro empleo adecuado. De hecho, 21,8 millones de ellos dependen actualmente de la "pensión vital media" del gobierno para su sobrevivencia. En junio 2005, esa pensión era aproximadamente de US$ 19 por mes; en comparación, el ingreso medio mensual de un trabajador urbano era aproximadamente de US$ 165.

En cuanto a la nueva producción dominada por lo extranjero generó nuevas oportunidades de empleo, la mayor parte de los puestos de trabajo son extremadamente mal pagos. Un consultor del U.S. Bureau of Labor Statistics, estimó que los trabajadores fabriles chinos gana, como promedio, 64 centávos de dólar por hora (incluidos los beneficios sociales). En Guangdong, donde son producidas aproximadamente un tercio de las exportaciones de China, los salarios base en la industria manufacturera fueron congelados durante la última década. Además de ello, pocos, si es que alguno, de estos trabajadores tiene acceso a vivienda barata, servicios de salud, jubilaciones o educación.

La transformación económica de China no sólo ocurrió con latos costos para el pueblo trabajador chino, sino también intensificó (así como benefició) las contradicciones del desarrollo capitalista en otros países, incluyendo los del Extremo Oriente. Ejemplo: los éxitos exportadores de China en los mercados capitalistas avanzados, en particular el de Estados Unidos, expulsaron para afuera a otros productores del Extremo Oriente de aquellos mercados. Por necesidad, ellos reorientaron su actividad exportadora hacia la producción de piezas y componentes para uso de las corporaciones transnacionales volcadas a la exportación que operan en China. Así, todo el Extremo Oriente está siento tejido en conjunto en un régimen de acumulación regional que traspone muchas fronteras y de esa forma reestructura la actividad y los recursos nacionales lejos de las necesidades internas. La actividad y los recursos, a la inversa, están organizados para servir a los mercados de exportación fuera de la región bajo la dirección de las corporaciones transnacionales, cuyos intereses están sobre todo en la reducción del costo, sin importarles las consecuencias sociales o ambientales.

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